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Ferdinand de Saussure (1857 – 1913) fue el primero en redefinir el horizonte de los estudios lingüísticos. Hasta los inicios del siglo XX, la lingüística asumía una perspectiva histórica, realizando estudios en los cuales se comparaban las lenguas entre sí. También se elaboraban repertorios etimológicos, a partir de los cuales se establecían relaciones entre las familias de lenguas, fundamentalmente atendiendo a las romances y germánicas. Al definir la lengua en términos de “sistema de signos” Saussure confronta con la idea común de su tiempo de concebir las lenguas como nomenclaturas, esto es, un catálogo de nombres que se corresponden con objetos o estados del mundo. Para Saussure, la lengua debe ser concebida como una institución social, de naturaleza mental y previa e independiente de los usos de los hablantes. Hace hincapié en la facultad mental asociativa, ya que desempeña un papel determinante en la organización de la lengua como sistema. Esta facultad es la que posibilita la asociación entre los conceptos con la representación de los signos lingüísticos. Debe notarse que el enfoque sociológico de la concepción de lengua en Saussure se corresponde con muchos aspectos de la doctrina sociológica de Durkheim, coetáneo de Saussure. Para ambos autores las instituciones sociales actúan como una norma impuesta a la colectividad, y tanto la coerción que ejerce y la autonomía de que la cual goza, son sus características centrales. El individuo registra pasivamente, y actualiza con sus acciones, el funcionamiento de un sistema cuya dinámica es independiente de sus decisiones (Sazbón, 1997: 16).

Ferdinand De Saussure

La noción de signo lingüístico es central en la teoría de Saussure. Él propone algunos rasgos que lo caracterizan, los llamados principios del signo. Estos principios tienen la peculiaridad de determinar aspectos sustanciales de los signos lingüísticos que posibilitan diferenciarlos de otros: lo arbitrario del signo, el carácter lineal del significante, la inmutabilidad del signo y la mutabilidad del signo. El principio de la arbitrariedad del signo lingüístico atañe a la relación entre el significante y el significado. Básicamente postula que no hay ninguna razón lógica, natural o causal para que a determinada secuencia de sonidos, a determinado significante, le corresponda el significado que la lengua le ha asignado. La unión de los componentes del signo responde a una relación fundada en lo arbitrario. La prueba irrefutable de este primer principio es la presencia de las numerosas lenguas que designan (con diversos significantes) significados más o menos similares. Sin embargo, Saussure aclara que la palabra “arbitrario” necesita una observación, ya que ésta no debe dar la idea de que la asociación entre significado y significante depende de la libre elección de los hablantes, sino que dicha asociación se apoya en una convención social. Una comunidad lingüística depende de dicha convención para comunicarse, cada nuevo hablante que se integra a una lengua acepta las reglas convencionales por las cuales determinados significantes están atados a sus respectivos significados. A partir de esta observación considera oportuno incorporar el término “inmotivado”, con el fin de hacer más evidente que la unión entre significante y significado no guarda ningún lazo natural.
Finalmente, la noción de valor refuerza la idea de que el lenguaje es un fenómeno de carácter social. La lengua demarca unidades en el plano del pensamiento (que constituyen los conceptos), y en el plano del sonido (que constituyen imágenes acústicas). En esa unión se constituyen los signos lingüísticos, vínculo posibilitado por la facultad asociativa y coordinativa del lenguaje. Saussure destaca que en esa segmentación, la elección que se decide por tal o cual porción acústica para tal idea es arbitraria, y que esto es así porque las unidades son identificadas en un sistema de valores enteramente relativos. Con este razonamiento subraya Saussure que las ideas de arbitrariedad y valor son solidarias al expresar que:



I. Proyectos fundacionales de los estudios semióticos

¿Por qué hablamos de fundaciones?

I.i. Entrada lingüística



“...lo arbitrario del signo nos hace comprender mejor por qué el hecho social es el único que puede crear un sistema lingüístico: la colectividad es necesaria para establecer valores cuya única razón de ser está en el uso y en el consenso generales; el individuo por sí solo es incapaz de fijar ninguno. Además la idea de valor, así determinada, nos muestra cuán ilusorio es considerar un término sencillamente como la unión de cierto sonido con cierto concepto. Definirlo así, sería aislarlo del sistema del que forma parte; sería creer que se puede comenzar por los términos y construir el sistema haciendo la suma, mientras que, por el contrario, hay que partir de la totalidad solidaria para obtener por análisis los elementos que encierra.” (Saussure, 1916 [1983]: 194).

 

Benveniste, Emile (1966): “Capítulo 3: Saussure después de medio siglo”, “Cap. 4: Naturaleza del signo lingüístico”, “Cap.7: Estructura en Lingüística” y “Cap.10: Los niveles de análisis lingüístico”, en Problemas de Lingüística General. Madrid: Siglo XXI. Ed. 1971.

Sazbón, José (1985): “Significación del saussurismo” en Saussure y los fundamentos de la Lingüística. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina. Ed. 1987.

Casos de estudio

Siete mitos flotantes (o el rapto de la integridad)

(Valeria Andrade, Isabel González y Libertad Gills, 2011)

Funerales de Kim Jong-il (2010)​

Corea, amarás al líder por sobre todas las cosas  (John Sistiaga)

Actividad

Los aportes de la teoría de Saussure no necesariamente se restringen al estudio de la lengua. De hecho, para este autor la lingüística se ocuparía de la lengua siendo ésta sólo una parte de los fenómenos que se registran entre los eventos que sostiene el lenguaje. Las unidades mayores, que exceden a lo lingüístico, será objeto de lo que él entiende como una Semiología que, por entonces, no se había definido. Más adelante veremos cómo Roland Barthes tomará este modelo y lo proyectará a esas grandes unidades del discurso que Saussure había dejado pendientes.

En esta misma línea de instrumentalización, un pensador contemporáneo se apropia de los aportes de Saussure para estudiar otros fenómenos sociales, en este caso el populismo. Se trata de Ernesto Laclau, un investigador argentino que en 2005 analiza este fenómeno social, político y cultural en su texto La razón populista.

Allí investiga la especificidad de este movimiento político y delimita un problema conceptual, el cual resuelve con los aportes de Saussure y su noción de significante. Citamos a continuación algunas de sus reflexiones:

 



Bibliografía

"el populismo no tiene ninguna unidad referencial porque no está atribuido a un fenómeno delimitable, sino a una lógica social cuyos efectos atraviesan una variedad de fenómenos. El populismo es, simplemente, un modo de construir lo político" (Laclau, 2005: 11)

Apela a varias reflexiones de diversos autores preocupados por este problema (Gustav Le Bon, 1895; Kenneth Minogue, 1969; Donald MacRae, 1970; Gino Germani, 1978; Margaret Canovan, 1981), y llega a la conclusión de que en este término estamos ante un mapa de dispersión lingüística. Laclau vuelve al texto de Le Bon, Psicología de las multitudes (1895) y encuentra allí un vínculo con los aportes de Saussure para estudiar el problema:

 



"El poder de las palabras está unido a las imágenes que evocan, y es totalmente independiente de su significado real. Las palabras cuyo sentido está menos definido son en algunos casos las que ejercen mayor influencia. Tal es el caso, por ejemplo, de los términos democracia, socialismo, igualdad, libertad, etc., cuyo significado es tan vago que ni siquiera grandes volúmenes son suficientes para definirlos con precisión. Sin embargo, es cierto que un verdadero poder mágico está unido a estas breves sílabas, como si ellas contuvieran la solución a todos los problemas. Ellas sintetizan las más diversas aspiraciones inconscientes y la esperanza de su realización (...) Una de las funciones más importantes de un estadista consiste entonces en bautizar con palabras POPULARES, o al menos indiferentes, cosas que la multitud no puede soportar bajo sus antiguas denominaciones. El poder de las palabras es tan fuerte que bastará con designar con términos bien elegidos las cosas más odiosas para volverlas aceptables a las masas" (Le Bon, 1895 [1911]: 124 - 129)



Laclau reconoce en estas palabras cómo un líder carismático se apropia de lo que Saussure llama la "arbitrariedad del signo". De esta manera explica cómo surgen significantes que remiten a varios significados para nombrar objetos diversos, complejos y heterogéneos. Así se está apelando a diferentes interlocutores que completan el sentido y se está agrupando a diversos grupos con distintas necesidades insatisfechas, construyendo un sistema estable de significación. Según Laclau, el lenguaje del discurso populista es impreciso y fluctuante, no por falla cognitiva de los interlocutores sino porque intenta operar performativamente  simplificando lo complejo en una realidad social heterogénea y cambiante.

Los casos que presentamos escenifican cómo, a partir de determinados usos del lenguaje por parte de los líderes carismáticos, se logra este impacto performativo en una población heterogénea.


La bibliografía que te proponemos a continuación servirá para ampliar el tema y para darte más instrumentos en la resolución de la actividad. El equipo de cátedra recepcionará tus avances y te remitirá sus aportes mediante la sección Consultas.

 

“En efecto, aquí se tratará del poder, indirecta mas obstinadamente. La 'inocencia' moderna habla del poder como si fuera uno: de un lado los que lo poseen, del otro los que no lo tienen; habíamos creído que el poder era un objeto ejemplarmente político, y ahora creemos que es también un objeto ideológico, que se infiltra allí donde no se lo percibe a primera vista –en las instituciones, en las enseñanzas– pero que en suma es siempre uno. (…) Adivinamos entonces que el poder está presente en los más finos mecanismos del intercambio social: no solo en el Estado, las clases, los grupos, sino también en las modas, las opiniones corrientes, los espectáculos, los juegos, los deportes, las informaciones, las relaciones familiares y privadas. (…) Algunos esperan de nosotros, intelectuales, que actuemos en toda ocasión contra el Poder; pero nuestra verdadera guerra está en otra parte; está contra los poderes, no se trata de un combate fácil porque, plural en el espacio social, el poder es, simétricamente, perpetuo en el tiempo histórico. La razón de esa resistencia y de esta ubicuidad es que el poder es el parásito de un organismo transocial, ligado a la entera historia del hombre, y no solamente a su historia política, histórica. Aquel objeto en el que se inscribe el poder desde toda la eternidad humana es el lenguaje o, para ser más precisos, su expresión obligada: la lengua.
El lenguaje es una legislación, la lengua es un código. No vemos el poder que hay en la lengua porque olvidamos que toda lengua es una clasificación, y que toda clasificación es opresiva… Como Jakobson lo ha demostrado, un idioma se define menos por lo que permite decir que por lo que obliga a decir (…)

Hay una edad en la que se enseña lo que se sabe; pero inmediatamente viene otra en la que se enseña lo que no se sabe: eso se llama investigar. Quizás ahora arriba la edad de otra experiencia: la de desaprender, de dejar trabajar a la recomposición imprevisible que el olvido impone a la sedimentación de los saberes, de las culturas, de las creencias que uno ha atravesado. Esta experiencia creo que tiene un nombre ilustre y pasado de moda, que osaré tomar aquí sin complejos, en la encrucijada misma de su etimología: Sapientia: ningún poder, un poco de prudente saber y el máximo posible de sabor.”
 

(Fragmentos de La lección inaugural de Roland Barthes)



Considerando como objeto al sistema de la lengua tal como lo describe Ferdinand de Saussure y lo reafirma Roland Barthes,



1. Te proponemos que, en un esfuerzo de volver conscientes nuestros olvidos, identifiques los múltiples sistemas de clasificaciones que toda lengua construye.
 

2. ¿Puedes describir cómo se organizan dichas clasificaciones y explicar su carácter de “arbitrariedad”?


3.  A partir de aislar algunos de estos sistemas de clasificación y luego de analizar su composición, te proponemos que formules un interrogante que contribuya a desbaratar o visibilizar dicho poder de la lengua que se funda en el olvido y la arbitrariedad.

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